Nacido en una familia humilde de origen flamenco, demostró a temprana edad sus dotes musicales, por lo que su padre, que quería hacer de su hijo un segundo Mozart, le instruyó rígidamente en el mundo musical. Así, a los ocho años dio un concierto en Colonia y actuó en Holanda, con doce ya tocaba el piano, el órgano y la viola, y a los 17 tocó para Mozart en Viena.
En 1792 volvió a la capital austriaca para recibir lecciones de Haydn, Salieri y Albrechtsberger, centrándose en la carrera de compositor. En 1795 se presentó ante el público vienés como pianista y compositor, obteniendo un enorme éxito. En 1808 sería solicitado por el rey de Westfalia, lo que aumentaría más su fama.
Sin embargo, los problemas auditivos que tenía desde 1796, se agravarían quedando completamente sordo en 1819, algo que le sumiría en la tristeza y la soledad. Este hecho, junto con las ingratitudes de su sobrino, sus desengaños amorosos y su irascible carácter, todo lo cual marca también su obra, caracteriza los últimos años del compositor.
En la carrera musical de Beethoven vemos tres etapas: la primera, influenciada por Haydn y Mozart, donde destaca como pianista y apenas hay innovaciones o rasgos personales; la segunda (1801-1815), su madurez artística, en la que modifica la sonata y muestra un dominio absoluto en la forma y el lenguaje expresivo (de esta época es su ópera Fidelio); y la tercera, marcada por el romanticismo y rompiendo con las viejas fórmulas, es la etapa más innovadora y personal, con su lenguaje armónico y su forma poco convencional, siendo la Misa solemne y la Novena sinfonía sus obras más destacadas.
Aunque dominó numerosos géneros y la fama internacional la obtuvo gracias a sus sinfonías (la música del cuarto movimiento de la Novena Sinfonía en Re m, basado en la Oda a la alegría de Friedrich von Schiller, fue elegida como Himno de la Unión Europea), su impacto fue más significativo en sus obras para piano y en su música de cámara.
A Beethoven se le considera el fundador de la modernidad, debido a que en su obra está constantemente presente el contraste entre la alegría y el dolor, y porque anticipa además muchos de los rasgos que habían de caracterizar la posterior música romántica, e incluso la del siglo XX.