Giselle, un relato sobre el poder del amor, es simplemente una de las obras más importantes de la historia del ballet. Reconocido como el ballet que estableció el modelo visual de la época romántica, Giselle vuelve esta temporada a la Ópera Nacional de Viena en un esperado regreso.
Cuando Giselle descubre que su amado Albrecht está comprometido con otra, nuestra protagonista se vuelve loca. Muere y es capturada por las Willis, los espíritus vengativos de las futuras esposas cuyo único deseo es destruir a los hombres que las abandonaron. Hechizado por su belleza fantasmal, Albrecht cae en la trampa de las Willis, bailar hasta la muerte. La única forma de salvar a Albrecht y a su propia alma, es que Giselle encuentre en sí misma la fuerza de perdonarle.
La idea de Giselle viene del escritor francés Théophile Gautier, quien estaba cautivado por la versión del poeta alemán Heinrich Heine de la leyenda eslava de las Willis. Pero él no tenía experiencia en escribir libretos. Así, esta tarea recayó en Jules-Henri Vernoy de Saint-Georges.
La Opéra de Paris estaba entusiasmada con la idea de representar esta obra en su escenario: estaban más que felices por haber encontrado otro medio para hacer brillar a su nueva estrella, Carlotta Grisi. El único problema era que el ballet tenía que ser creado en menos de dos meses. A pesar de esta presión, su compositor, Adolphe Adam, y sus coreógrafos, Jules Perrot y Jean Coralli, entregaron Giselle a tiempo.
Estrenado el 28 de junio de 1841 en la Salle Le Peletier, sede de la Opéra de Paris en aquel momento, el ballet fue un éxito inmediato. Continuó representándose en su versión original hasta 1868, si bien en ciertos periodos fuera del repertorio de la Opéra de Paris. Perrot, quien por entonces se había marchado al Teatro Imperial Mariinski de San Petersburgo, pasó sus responsabilidades de coreógrafo de Giselle a Marius Petipa, el cual repuso la obra cuatro veces entre 1884 y 1903.
Las ideas de Petipa, según la coreografía de Perrot y Coralli, proporcionan la base para la mayoría de las producciones actuales de Giselle. Es una de las obras de ballet más perdurables, y es fácil comprender por qué. La bailarina principal recibe un rol imposible de rechazar, una ocasión para expresar todas las emociones posibles. Y luego están las Willis, quizá la representación más aterradora de lo sobrenatural en el género, que garantizan emociones y escalofríos por igual.