Ya desde el medioevo eran conocidos los trovadores y los músicos ambulantes de Viena; pero fue a partir de 1498, cuando Maximiliano I trasladó la orquesta de la corte de Innsbruck a Viena, que esta última empezó a tener más fama, musicalmente hablando.
En los siglos XVIII y XIX compositores de toda Europa, tales como Gluck, Mozart, Haydn, Beethoven y Schubert entre otros, se establecieron en Viena, atraídos por el buen trato que recibían bajo el mecenazgo de los Habsburgo, los cuales estaban muy interesados en la música y, a su vez, eran buenos músicos (Leopoldo I componía, Carlos VI tocaba el violín, María Teresa el contrabajo, José II el clavicémbalo y el violonchelo,...). Este momento y estas condiciones fueron aprovechadas por los artistas del momento, los cuales desarrollaron las diferentes formas de música clásica (ópera, opereta, concierto, sinfonía...). Fue aquí también donde, a principios del siglo XIX, nació el vals que Johann Strauss hijo llevaría más tarde a la cumbre y que daría tanta fama a la capital; y donde, a finales del mismo siglo, surgieron otros estilos con Anton Bruckner, Johannes Brahms, Gustav Mahler y Richard Strauss entre otros.
Después, el siglo XX vería triunfar a la nueva escuela de Viena con las obras de artistas como Arnold Schönberg, Alban Berg y Anton Webern, mientras se mantenía ese idilio con la música clásica anterior. Cabe señalar que, incluso después de la II Guerra Mundial, cuando la gente no tenía dinero apenas para comer, conseguían ahorrar dinero para asistir a una representación en la Ópera del Estado de Viena.
Hoy en día la música clásica sigue trayendo a Viena a miles de personas de todo el mundo, interesadas por las reputadas orquestas austriacas, como la Filarmónica de Viena, por los Niños Cantores de Viena, o por las representaciones interpretadas en lugares tan emblemáticos como la Ópera del Estado (Staatsoper), el Konzerthaus o el Musikverein.
Música
Si por algo es conocida Viena es, sin duda, por su música, especialmente por su música clásica.