El príncipe Ígor fue la única ópera que escribió Aleksandr Borodín; y, dada la historia de su composición, es una suerte poder disfrutar de ella. Posiblemente Borodín se vio abrumado por la magnitud de la tarea, o quizá fue porque él se consideraba sobre todo un científico para el que la composición musical era sólo un hobby, pero el caso es que, a pesar de haber trabajado en esta ópera durante unos dieciocho años, Borodín nunca la terminó. Fue gracias a varios de sus contemporáneos rusos, especialmente a Nikolái Rimski-Kórsakov y a Aleksandr Glazunov, que El príncipe Ígor fue finalmente terminada y llevada al escenario.
A pesar de sus proporciones épicas, El príncipe Ígor es una sencilla historia de heroísmo y traición. Ígor, príncipe de Putivl, se lanza a la batalla contra el Khan de los los Pólovtsy, una tribu nómada de Asia Central que está ocupando numerosas ciudades rusas. Ígor es capturado, pero la verdadera amenaza es su cuñado, Gálitski, quien, aprovechando la ausencia del primero, está conspirando para derrocarlo y ocupar su lugar. El príncipe Ígor escapa pero, sabiendo lo que planea Gálitski, ¿encontrará Putivl tal y como lo dejó?
A veces un extracto de música trasciende la obra a la que pertenece. Durante muchos años, las tan célebres Danzas Polovtsianas disfrutaron de un éxito propio fuera de la ópera: formaron parte de muchas representaciones de los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev, que tomó la escena de la danza en París en las primeras décadas del siglo XX; aparecieron en el gran musical Kismet de Broadway; e incluso fueron incluidas en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno de 2014 en Sochi.
Pero El príncipe Ígor es mucho más que sus famosas danzas; en esta ópera destaca sin duda la manera tan brillante en la que Borodín reúne dos conceptos musicales muy diferentes: uno para expresar la personalidad y el carácter rusos, usando melodías inspiradas en las canciones folclóricas de su país natal, y el otro, un estilo más exótico, para retratar a los polovtsianos utilizando el cromatismo que el público europeo asocia con la música asiática.
Estrenada en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo el 23 de octubre de 1890 (según el calendario juliano utilizado en esa época en Rusia, o el 4 de noviembre según el calendario gregoriano más ampliamente adoptado), la gran ópera de Borodín cautivará en esta ocasión a todos aquellos que tengan la suerte de poder asistir a su representación en la Ópera Popular de Viena.