Para componer las óperas que forman El anillo del nibelungo, Wagner se inspiró en la mitología nórdica; en el caso de Tristán e Isolda, su fuente de inspiración fue una leyenda celta. Tristán, un noble de Cornualles, captura a la princesa irlandesa Isolda con intención de ofrecérsela como tributo a su rey, Marke. Como ha matado al prometido de la princesa, Tristán es en un principio despreciado por Isolda. Pero el intento de ésta de vengarse de Tristán se ve frustrado cuando su doncella, Brangäne, sustituye por un elixir de amor el veneno que Isolda tenía preparado para que tanto ella como Tristán lo bebieran, para castigar a éste y poner fin a la vez a su propio sufrimiento.
La sombra de la muerte continúa proyectándose sobre la narrativa de la ópera cuando Tristán, ahora locamente enamorado de Isolda, es perseguido implacablemente por Marke y el entrometido cortesano Melot, mientras la trama se acerca a su triste y dramático final. Estrenada en Munich, en el Königliches Hof-und Nationaltheater, el 10 de junio de 1865, Tristán e Isolda conoció su propia tragedia en la vida real cuando Ludwig Schnorr von Carolsfeld, el primer tenor que interpretó a Tristán, falleció menos de dos meses después del estreno.
Esta ópera sigue siendo una de las obras más discutidas de la historia de la música debido a la forma en la que Wagner utiliza la suspensión armónica. El famoso “acorde de Tristán”', una cuarta aumentada que podemos escuchar desde los primeros compases de esta ópera, no era inusual en sí mismo; lo que era totalmente extraordinario era el hecho de que Wagner lo mantuviera, tonalmente hablando, y no lo resolviese ni le diese su centro tonal hasta el final de la obra. El resultado es una obra maestra con una atmósfera inquietante de principio a fin; como una metáfora de un sentimiento de anhelo que no se verá satisfecho hasta que las últimas notas de la ópera nos liberen de su control.
Ahora Tristán e Isolda, una ópera del siglo XIX que ofrece un anticipo de la disonancia adoptada por los compositores del siglo XX, se prepara para fascinar una vez más al público de la Ópera Nacional de Viena.