La historia de Schönbrunn se remonta a la Edad Media cuando, a principios del s.XIV, existía aquí ya un terreno (con una casa, un molino de agua, un establo, un jardín y una huerta) conocido como Katterburg y perteneciente al monasterio de Klosterneuburg.
Es en 1569 cuando Katterburg pasa a pertenecer a la dinastía de los Habsburgo, al ser adquirido por el emperador Maximiliano II, quien se interesaría principalmente en la ampliación del parque con vegetación autóctona y aves locales.
Después de la muerte de Maximiliano II, Katterburg pasa a Rodolfo II y, posteriormente, al emperador Matías, quien lo convirtió en pabellón de caza; fue el propio Matías quien, según cuenta la leyenda, descubrió en 1612 la bella fuente, la cual daría el nuevo nombre al lugar.
A lo largo del s.XVII el pabellón de caza fue transformado en Palacio, recibiendo el nombre de Schönbrunn, por primera vez documentado como tal en 1642.
En 1683 el Palacio de Schönbrunn fue víctima de los turcos durante el asedio de Viena. Leopoldo I decide reconstruir el Palacio y, en 1688, J. B. Fischer von Erlach el Viejo presenta al emperador un grandioso primer proyecto de reconstrucción que competía en lujo con el Palacio de Versalles. Las obras fueron iniciadas por Fischer von Erlach en 1696 en la orilla derecha del río Wien, siguiendo el primer proyecto simplificado por el propio arquitecto, y se terminaron a principios del s.XVIII, obteniendo como resultado una impresionante construcción palaciega barroca.
Pero sería María Teresa quien marcaría el inicio de la época dorada para Schönbrunn, ya que ella lo convirtió en el centro de la vida política y cortesana, además de realizar importantes reformas y ampliaciones y convertirlo en residencia veraniega de los Habsburgo.
A principios del s.XIX Schönbrunn fue ocupado en dos ocasiones por Napoleón, en 1805 y en 1809, quien instaló aquí su cuartel general.
Más tarde, entre 1814 y 1815, fue en el Palacio de Schönbrunn donde tuvieron lugar las sesiones del Congreso de Viena. Fue entonces cuando se vio necesaria la realización de algunas obras de restauración, las cuales se llevaron a cabo entre 1817 y 1819; parece que fue entonces cuando se dio a las fachadas del palacio su característico color “amarillo Schönbrunn”.
Fue también en el Palacio de Schönbrunn donde, en 1830, nació Francisco José y donde pasó los veranos de su infancia y juventud. Cuando subió al trono, en 1848, llegó la segunda época dorada para este palacio, ya que Francisco José I lo eligió como su residencia preferida pasando la mayor parte de su vida en él. Francisco José I también realizó algunas obras en el palacio como, por ejemplo, el invierno anterior a su matrimonio, cuando preparó las dependencias de su futura esposa.
Posteriormente también se llevarían a cabo otras obras, como las de 1869, cuando Viena se preparaba para la Exposición Mundial de 1873, y se redecoraron algunos interiores en estilo neo-rococó típico del estilo imperial.
Durante la II Guerra Mundial el Palacio de Schönbrunn sufrió graves daños, por lo cual tuvo que ser restaurado posteriormente. Señalar también que fue aquí donde tuvieron lugar, en 1961, las conversaciones entre Kennedy y Kruchev.
Además de las dependencias imperiales, dentro del palacio destacan el Patio de Honor (Ehrenhof), el Teatro del Palacio (Schlosstheater), la famosa escalera azul y el Museo de Carrozas (Wagenburg).
El parque del Palacio de Schönbrunn (Schönbrunner Schlosspark), con alrededor de 120 ha., fue abierto al público hacia 1779 y desde entonces se ha convertido en un área recreativa para los vieneses y demás visitantes. Con sus jardines, fuentes, estatuas, estanques, terrazas, cafés, la Glorieta, el Jardín Botánico, el Zoológico más antiguo del mundo (creado en 1752 por Francisco I de Lorena, esposo de María Teresa), el invernadero con plantas exóticas y el Teatro de Marionetas entre otras distracciones, este parque pertenece, junto al propio palacio, al Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1996.
Por último, hay que destacar la oferta cultural que brinda además el Palacio de Schönbrunn, con los conciertos interpretados por la Orquesta de Schönbrunn, así como las representaciones de La flauta mágica, de W.A. Mozart, en el Teatro de Marionetas del Palacio. Dos estupendas opciones para terminar el día después de haber recorrido y visitado el Palacio, sus jardines y su zoológico.